Año 1984. El thrash está
empezando a sonar en las radios y después de varias demos Anthrax debuta con un
directo a la boca. Tal cuál como indica su portada, toda una declaración de
intenciones.
Un disco rápido, fuerte,
muy agresivo y muy espontáneo. Ya empieza con Deathriders demostrándote una
banda muy fresca y salvaje con un Neil Turbin pletórico.
Se desgranan auténticos
himnos como Metal Thrashing Mad o la particular versión del I0m Eighteen de
Alice Cooper.
Es como una bocanada de aire fresco a pesar de tener ya 30 años a
sus espaldas. Sin perder ni pizca de la espontaneidad que lo caracteriza.
Es de esos discos que pasan
los temas y es tal la hostia que te has llevado con la primera que todo te pasa
acelerado y aún no te has recuperado de la primera. Son temas que enganchan, no
se van por las ramas con florituras pero si con feeling como con Panic, tema
que ya va plasmando aún más cómo será ya el futuro sello de la casa en cuanto a
riffs y composiciones.
Subjugator, Soldiers of
metal, son claros ejemplos de la honda en que va el disco.
No hay desperdicio alguno. Death from Above o
la homónima Anthrax. Lo cojas por donde
lo cojas es un disco redondo. Cambios de ritmo muy bien llevados, temas rápidos
pero para nada repetitivos.
Y
si después de esto no tienes suficiente, una instrumental acelerada como Across
the River para no dejar que decaiga la fiesta y rematarlo con Howling Furies y
dejar ya al personal con ganas de más.
De
esos discos que, aunque Neil Turbin no ha hecho mucha cosa relevante desde
entonces, convierten en este disco en toda una bocanada de aire fresca, rápida
y contundente que, aún después de 30 años, sigue sonando tal cuál.
Alex Mandel
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